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Llegan los cruceros

La advertencia procedía del guía turístico: Mañana vienen tres cruceros. Es como una seña que se pasan los comerciantes para tener previstas existencias y reforzada la plantilla; parece talmente la llegada de la caravana al oasis, a cambio de sombra y agua, una lluvia de monedas. El Ayuntamiento ya había puesto a trabajar, ayer, las brigadas de barrenderos y jardineros; por una vez encuentro la ciudad limpia, incluso han regado en mi barrio, no se ven los recuerdos que el perro del vecino deja amablemente cada tarde ante el portal, tan resbaladizos y olorosos.
El Govern piensa más en los ingresos por turismo que en el bienestar de la ciudadanía; toda la política económica está diseñada a mayor beneficio de las grandes patronales hoteleras. De esta manera los muy agradables espacios públicos, los paseos y las plazas, han sido tomados por las terrazas de bares y cafeterías. Denunciaba la organización ARCA (por la recuperación del centro antiguo) como en algunos casos se ha colocado en hosteleras manos el 57% del suelo común. La Rambla (ya sin Duques) tenía sus puestos de flores, junto a los que era un placer pasear a cualquier hora; la alegraban, la llenaban de vida,  porque ya es sabido que Les floristes de la Rambla/ajuden a surtir el sol. Ahora mesas y sillas de los negocios adyacentes (no todos, por suerte) dificultan seriamente el paso.
En el puerto, de repente, ha crecido un pueblo de hierro con casas de veinte pisos. Salen de ellas grupos de ciudadanos que son conducidos en manadas al centro de Palma, más a las tiendas que a los monumentos; un babel multicolor inunda las calles del casco viejo, músicos y  figurantes se pelean, se pisan los mejores sitios, llaman la atención como pueden para arañar la foto y el dólar. No rebosa, el bote de las propinas. La conductora de la galera negocia expresándose con la mejor lingua franca, las manos.
La electrónica permite que con cualquier artefacto se puedan recoger, guardar y enviar imágenes de todo tipo. Disparan sobre cualquier objeto, mueble o inmueble; a veces me pregunto si no confundirán con estatua humana a Es Foner  (El hondero) representación en taparrabos de los primeros pobladores, que tiraban piedras para pastorear y luego contra los licios a sueldo de Roma.Todos los paseantes, en fin, somos inmortalizados y remitidos a cualquier parte del mundo; me recuerdo de aquel camarero del Hotel Sevilla de La Habana, negro, gordo, más que maduro y más que simpático, que se ofrecía a posar en el patio con todos los guiris: "¡Por lo menos viajo en espíritu!"

Por otra acera, vestidos de manera bien diferente, menos provistos de instrumental fotográfico, caminan los matrimonios de jubilados españoles; los maridos discuten con las señoras la hora y el precio del autobús que los ha de llevar al hotel del Arenal, a tiempo para comer. Cuando el reloj da la una se han ido, quienes para el hotel, quienes para el barco, las colas del Guiribus se han terminado, la azafata se puede regalar un poco de sol en las cervicales mientras se intercambia mensajes en el móvil, y el gitano, negro y gordo como el camarero cubano, que cobraba un euro a quienes se retrataran con él vestido de centurión dorado, se come un bocadillo.

Otros ni eso. En El Borne, pegadito pegadito a donde pagas por un zumo como si compraras media Valencia, al lado mismo de las más prestigiosas boutiques (traducción: tiendas carísimas), sestean quienes llevan todos sus bienes en un carrito sustraído a Mercadona, envueltos los enseres en bolsas de plástico. Ni siquiera piden, están ahí. Hay uno que vive por encima de sus posibilidades, además del cartón/colchón tiene una tienda de campaña, de marca, además; delante ha colocado una ramo de flores, una cruz y un bote, por si cae algo del cielo.

La jardinera sigue a lo suyo; cuando ve la cámara frunce el ceño, para fotitos está ella con este sol y el ruido de la p... máquina, ¡no tendrán otra cosa qué hacer estos tipos!

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