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El PSOE debe presentar una moción de censura inmediatamente.



Rajoy, Cospedal, Álvarez Cascos y otros insignes líderes del PP han vivido por encima de sus posibilidades, favorecidos con aportaciones extraordinarias de dinero opaco; y además nos han mentido, con un cinismo arrollador, negando las evidencias como niño pillado en falta. Luis Bárcenas, el tesorero caído con las manos en la masa de billetes negros, se ha cansado de que le toreen y ha decidido tirar de la manta; como era de prever tiene documentación más que de sobra acerca de todos ellos.
Las mentiras. Esa prepotencia que les hace tomar a los ciudadanos por tontos de baba; y es que, para colmo, se ponen dignos, “el Gobierno no acepta chantajes de presuntos delincuentes” ¡Pero, hombre, si el “presunto delincuente” ha tenido sueldo, despacho, secretaria, coche y chófer del  partido hasta que lo hizo público la prensa!, pero si le habéis pagado los abogados, 400.000 euracos de nada. Si el “presunto delincuente” se escribía mensajitos con el presidente del Gobierno hasta marzo; anteayer, como quien dice.
Aquella frase de “ni he recibido ni he repartido dinero negro”, pronunciada con gesto serio, en sesión de prensa ectoplasmática, tiene el mismo valor que la histórica falacia de su mentor, “créanme, las armas de destrucción masiva existen”. Bush, al menos, tuvo que reconocer ante su pueblo que usó la Gran Mentira para ir a robar el petróleo de Iraq, aunque echó la culpa a sus espías, que no se enteraron bien; este otro enorme líder mundial, ínclito Josemari, reparte, en cambio, gestos ineducados entre sus detractores.
Dobles parejas, señoras y señores; vidas paralelas. Bush/Aznar, Nixon/Rajoy. Don Richard tiene el dudoso récord de ser el único presidente norteamericano a quien se aplicó el impeachment por mentir; Mariano tiene una inmerecida mayoría absoluta y se lucra (The Economist, no hace falta saber inglés para entenderlo) de an inexplicable tolerance for corruption among Spanish voters. Por cierto, y así, de paso, no he escuchado al Ilustrísimo Señor Arzobispo de la Diócesis de Oviedo hablar al respecto; él, que irrumpió en la pasada campaña electoral llamando tramposos a los ministros de Zapatero.
Ante una situación tan grave he visto actitudes excesivamente tibias por parte del resto de partidos. El PNV dice al Presidente “que se explique”, Rubalcaba decía el domingo que el PP debía poner otro líder, y Trias, en nombre de CiU, se preguntaba si los próximos gobernantes aceptarían la “consulta soberanista”. Catalunya, que en su momento abrió puertas contra la estaca podrida de la Dictadura, pasó en algunos de sus líderes a posiciones folklóricas y, últimamente, a declaraciones que ya no pasan de ser pintorescas.
La moción de censura a este gobierno es una obligación moral. El desalojo, no ya de Rajoy, sino del PP, es una medida de estricta higiene democrática; es la necesidad en sí misma de ventilar unas instituciones que apestan. Ni se puede soportar un minuto más esta putrefacción, ni es el momento de hacer cálculos partidistas, el PSOE debe levantar con la mano izquierda la bandera de la desinfección; si Alfredo no se atreve, cosa comprensible cuando se le están cayendo los palos del sombrajo organizativo, debe ponerse a un lado y no estorbar. Moción de censura inmediatamente.
¿Para perderla? Desde luego. Para perderla en el terreno de los números; el Gobierno tiene mayoría absoluta y no se le rebelará ningún diputado, sus señorías son una colección de indignidades. Pero para ganarla en el terreno de la política, para representar lo que la ciudadanía realmente querría hacer si hoy la dejaran asomarse al Congreso: señalar con el dedo a los sinvergüenzas, ponerles de vuelta y media y enviarles al paro sin indemnización. En definitiva, una Moción de Censura con mayúsculas, para perder en la Aritmética y ganar en la Ética.

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