Escribo en Bar La Plaza, de Villacastín, frente a mí el Ayuntamiento, que ha sido nuestro anfitrión en esta jornada, alrededor parte de las personas con las que voy a Madrid; dos de ellas ven una peli de risa en la tele, por primera vez en muchos días. Nos quedan menos de cien kilómetros para llegar a la capital; se nota también en la Red, que funciona a más velocidad.
Juan Gil, redentor de Cervantes |
Tengo pendiente comentaros dos etapas, ayer Arévalo-Sanchidrián; Sanchidrián-Villacastín, hoy. Arévalo forma un triángulo casi equilátero, dos de cuyos lados son los ríos Adaja y Arevalillo; plaza de valor estratégico en la Edad Media, aspiraba a competir en el terreno comercial con Medina del Campo. Hace gala de varios personajes ilustres, entre los cuales elijo a Juan Gil, mercedario que liberó a Miguel de Cervantes de las prisiones de la Berbería, o sea, que aportó un poco a que existiera El Quijote.
La Marcha se inició con una polémica absurda: un grupo de iluminados se empeñó en caminar por la autovía; esta acción ponía en peligro los acuerdos pactados con la Dirección General de Tráfico, más aún, ponía en peligro sus propias vidas. Si ya por la Nacional VI hay momentos de cierto riesgo por los conductores imprudentes, no quiero ni imaginarme lo que es caminar por vías de alta velocidad. La Columna asturiana se negó a suicidarse y las aguas volvieron poco a poco a su cauce, sin embargo la tensión generada duró toda la marcha. Por otra parte tenemos noticias de ciertas maniobras de intoxicación con el objetivo de desprestigiar el movimiento; no queda más remedio que andar atentos a las provocaciones.
Llegada al Frontón de Sanchidrián |
Por la tarde, la asamblea parece dejar claro que desde Asturies traemos una organización bien detallada y que no estamos dispuestos a aventuras románticas. Se decide que todos somos muy amigos y hay aplausos encendidos. Paseo. La amabilidad de Miguel Ángel y su familia, que explotan el bar del Centro de mayores nos hace las cosas más cómodas; su calor humano contrasta con el frío de un frontón sin calefacción y con respiraderos de rejillas que ponen a prueba el saco que me ha prestado mi amigo Fabiu (Resultado: notable alto).
Con puntualidad inglesa, 8'04, emprendemos la marcha, previo desayuno de chocolate, que han agradecido los ateridos cuerpos. Han aparecido las botas de Pedro, las sandalias de Carmen y mi plato de porcelana, recuerdo de familia, hecho una basura tal que tengo que limpiarlo con tierra; estos incidentes demuestran que tiene que haber un animal de cada especie...Enseguida nos hacemos la foto al lado del indicativo de 99 kms., Madrid a tiro de piedra, el objetivo a mano; ahora bien, las noticias sobre intentos de bloquear las marchas siguen preocupándonos, un helicóptero policial nos sobrevuela durante gran parte del recorrido, en una absurda demostración de fuerza. Hablamos entre nosotros de la necesidad de no caer en provocaciones, externas o internas.
Me llama Víctor para avisarme de que a la entrada de Villacastín nos espera el alcalde, Jesús Grande, de quien ya habíamos hablado en otro capítulo. Ha hecho un esfuerzo importante y ha demostrado alta capacidad de gestión para solucionarnos el tema de alojamiento, (La Panera, ¡con calefacción!), las duchas, y la comida; es digno de reconocer. La Guardia Civil negocia con Héctor, nuestro impagable jefe de ruta, las próximas etapas, más peligrosas, túnel de la Sierra incluido.
Mención especial merece la plantilla del restaurante La Victoria, que se vio sorprendida por nuestra llegada y salió del problema con profesionalidad. Para empezar se había hablado de cena a las ocho y terminó siendo comida a las tres; de cuarenta personas se pasó al doble, nos sirvieron de manera personalizada un menú de varios platos a elegir, casi carta. Aplausos. Aplausos porque además mantuvieron la sangre fría ante la, esperemos, última provocación de unos irresponsables que no consideraron oportuno que el señor alcalde nos recibiera, que habláramos con él, que nos acompañara en la entrada y que nos invitara a comer; manifestaron su desacuerdo con varias salidas de tono y alguna grosería en el restaurante. El propietario evitó que la cosa pasara a mayores y nos regaló un ejemplo de tranquilidad. Aplausos, de nuevo.
Hace un rato una parte de los elementos externos a la Columna asturiana han hecho las maletas. Nosotros seguimos con nuestro objetivo, nuestro ritmo y la seguridad de que podemos derrotar a los elementos. No preocuparse desde fuera por estas pequeñas escaramuzas; es habitual que haya personas infiltradas, dispuestas a dejarnos en mal lugar. Po-de-mos. Un abrazo; termino el gin tonic de Beefeater y Schweppes y me siento con el resto de la tropa.
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