Alejandro Riera es el cocinero de la Columna asturiana en las Marchas por la dignidad, 22 M. Resulta sorprendente que una persona de su capacidad y eficiencia esté en el paro; desafortunadamente la hostelería suele maltratar a sus trabajadores y, por ende, a sus clientes. Pero no es ese el objetivo de estas líneas, sino presentaros el escrito de quien mantiene firme nuestro cuerpo mortal en estas duras jornadas de carretera. Le cedo la palabra:
Estoy aquí,
solito; es la primera vez desde que salimos de Mieres que puedo decir que estoy
sólo. Son la 1’15 de la noche, estamos en La Robla, he terminado ahora mismo de
recoger la cocina y preparar el desayuno para mañana; no tengo sueño y necesito
expresar lo que siento. Llevamos cuatro días, nada más y nada menos; mañana, o
sea, ya hoy, vamos para León, donde nos hemos de encontrar con los compañeros
de Galicia y El Bierzo.
Hasta ahora mi
primera valoración es más que positiva; yo no pude hacer la primera etapa,
arranqué de Mieres el día 2, precisamente porque había que organizar toda la
comida que los compañeros de allí habían reunido en tan sólo tres días. No ha
sido un camino de rosas, hemos tenido errores organizativos y situaciones
imprevistas que hubo que resolver sobre la marcha, nunca mejor dicho. Pero
también ha sido muy emocionante; de hecho, cuando me he parado a recordar todo
lo que nos ha pasado se me saltan las lágrimas de emoción. Hasta hoy hemos
disfrutado del apoyo de la gente; por ejemplo, en mi primer tramo, Mieres-Pola
de Lena, nos acompañó un grupo de montaña de Gijón, El Cumal, que compartió nuestra comida
en la Pola y marchamos solidariamente hasta Campomanes. Como los gestos de
apoyo a la Marcha son tan grandes pude disfrutar de la preparación de la cena
de ese día: espinacas a la crema con chorizo. En esta ocasión, como tantas
otras cuando trabajas en un restaurante, estás cocinando para personas que no
conoces de nada, sin embargo, desde el momento que se han unido a la marcha
dejan de ser desconocidos para convertirse en compañeros de lucha; personas que
también tienen problemas, pero que han superado el miedo y la apatía, han
cogido fuerzas, se han preparado y vienen dispuestas a luchar. Para mí ya no
es un placer, es un honor poder cocinar para ellos y tratar de hacerles el
camino lo más llevadero posible.
Al día
siguiente tocaba una jornada dura: el Puerto Pajares. Los marchantes salieron,
puntuales, a las 8, para concentrarse en el Puente de los Fierros, inicio de la
etapa, hasta Ciñera, el final, ¡y qué final! Pero de eso hablamos luego;
estamos todavía en el albergue de la Pola, recogiendo y cargando el carro, un
par de horas en las que me mentalizaba de la seria tarea en destino: reordenar
las cajas, algunas rotas, con la comida desperdigada…Ingenuo de mí, no sabía lo
que me esperaba. Llegó el compañero, hicimos las compras precisas y salimos
camino de Ciñera a las 10; en el trayecto alcanzamos a los sesenta marchantes,
escoltados por la Guardia Civil, subiendo a muy buen ritmo, como vimos por los cuatro
únicos puntos de referencia donde se podías desviar para dejar paso franco a los
vehículos. Vimos a algún medio de comunicación grabando y sacando fotos, y al
compañero Miguel, que se ha ofrecido para hacer la crónica diaria; este hombre
camina cámara en mano para obtener las mejores imágenes, y si los otros hacen
veinte kms, él hace cinco más, arriba y abajo. De hecho le vimos subir
corriendo un buen tramo del Pajares porque se había rezagado para una foto. En
ese momento me sentí privilegiado: si al Nissan Patrol le costaba subir no
quiero ni imaginar lo de los caminantes.
Llegados a Ciñera
no somos capaces de contactar con los responsables de la columna, problemas de
cobertura, así que dejamos recado de nuestra llegada a las Muyeres del carbón
que nos indican el Colegio; descargamos con ayuda del conserje y empiezo a
recomponer los embalajes deteriorados. Me sorprendo cuando me dicen que tengo
que cocinar, porque mi información es que se ocuparían las Muyeres; me
encuentro en un espacio super-reducido y eran las doce, no sabía ni por dónde
empezar; de momento me puse, sólo, a picar cebolla.
Me aguardaba una de las sorpresas más emotivas de mi vida, ¡vaya si se ocuparon!, sin ninguna experiencia en cocinar para tanta gente, aportaron los ingredientes para hacer carne con costillas, empezaron a llegar mujeres y en un momento conté doce personas en un espacio donde apenas me revolvía yo solo. Aquello se convirtió en el mejor equipo de trabajo con el que haya estado nunca, ¡estes Muyeres son increíbles! Tienen una vida de sufrimiento en una comarca que en 2012 sufrió lo suyo durante las huelgas mineras; el terror de ver a los suyos apaleados por los GRS, los allanamientos de morada en nombre de la ley de seguridad ciudadana…Dan ejemplos de superación que no se pueden describir; transmiten estes Muyeres una vitalidad, un cariño, una ilusión, unas ganas de lucha que no puedo escribir sin que me vengan las lágrimas a los ojos. Estes Muyeres me recargaron las energías para toda la Marcha.
Dejamos la
perola de 50 litros con las patatas y las costillas marchando al fuego y me
llevaron a visitar el pueblo, ahí empecé a darme cuenta de lo que se me venía
encima, un tsunami de sentimientos. “Me siento privilegiado” no es suficiente, “honrado”
tampoco; no acierto a describir lo que siento después trabajar codo con codo
con ellas; han sido apenas día y medio, pero ha cundido como un año entero.
Siento que las conozco de toda la vida, son únicas, de todas las edades, desde
hijas hasta bisabuelas, trabajando en equipo y dando ejemplo de cómo la unión
hace la fuerza cuando uno hace su trabajo.
Lo segundo que cocinamos fueron unas lentejas esta mañana; gustaron a todo el mundo, no porque los ingredientes fueran buenos, no porque a mí me encanten las lentejas; gustaron porque llevaban el cariño, la ilusión y las ganas de lucha que ellas pusieron en prepararlas. Ya vamos a León y se tienen que ir a seguir luchando en su día a día, y yo ya las echo de menos. ¡Grandes, grandísimas, las Muyeres del carbón!
Me despido.
Son las 5 de la mañana y en menos de dos horas llegarán los marchantes a
desayunar; dentro de unas horas estaré en León, viviendo otro momento,
esperando la unión entre Asturias y Galicia. Un saludo a todos y hasta la
próxima crónica.
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