Es una calle peculiar, Santa Nonia, dentro de la
originalidad de la para mí bien querida ciudad de León. Por la acera de la
izquierda se suceden el Emperador, donde ya no hay representaciones, el Instituto
Leonés, la Biblioteca y el Conservatorio; por la de la derecha la Obra Social
de Cajaespaña, tan inoperativa como el teatro, pero aquél podría resucitarse, ésta se la han llevado los demonios. La Cámara de la Propiedad
Urbana, el Real Aero-Club y el Restaurante Adonías; frente a frente, a su mano correspondiente, Cultura y Vanidades.
(Merecería unas líneas, la asociación de militares del aire, pero temo extenderme demasiado, copio unos apuntes breves y viejos:
"20-05-1951. León había sido una importante plaza estratégica
durante la Guerra Civil.
El aeródromo de La Virgen
del Camino fue base de la alemana Legión Cóndor, -bien conocida a este lado del Payares-. En 1.939, cautivo y desarmado el ejército rojo, se creó aquí la Academia de Oficiales de
Aviación Militar.Diez años después fue removida a provincia más rentable políticamente y el propio coronel jefe de la Academia 'no pudo contener
las lágrimas' aquel diez de julio de 1.949, de modo que un selecto y dinámico grupo de aviadores liderado por un tal
comandante Cabeza constituyen tal día como hoy el AERO CLUB") Cumple, por tanto, este año los 65, señal de jubilación.
La santa que cede su nombre fue una mártir de las que dejan huella. Era la mujer de Marcelo, soldado romano, que murió por eso del cristianismo. En un artículo de 2009 en el Norte de Castilla, Ángel del Pozo asegura que no era la esposa, sino la madre; la cosa puede adquirir tintes verdes, porque Marcelo y Nonia tuvieron, según se cuenta doce hijos. Espero que la versión que los define como matrimonio sea la buena, porque además el asunto se complica con otro pozo, a donde fue a parar la santa, según dicen.
La santa que cede su nombre fue una mártir de las que dejan huella. Era la mujer de Marcelo, soldado romano, que murió por eso del cristianismo. En un artículo de 2009 en el Norte de Castilla, Ángel del Pozo asegura que no era la esposa, sino la madre; la cosa puede adquirir tintes verdes, porque Marcelo y Nonia tuvieron, según se cuenta doce hijos. Espero que la versión que los define como matrimonio sea la buena, porque además el asunto se complica con otro pozo, a donde fue a parar la santa, según dicen.
Pero bien, no íbamos a esto, sino a que en la calle de Santa
Nonia, León, con el salón de actos de la Biblioteca prácticamente lleno, presentaba
Fernando Montes su último libro, “Eros versus Caronte”. Abre el acto la
editora, Puri Sánchez, (Piediciones). Eduardo Aguirre, prologuista, hace
mención al fallecimiento en el día de hoy de Harper Lee (Matar un ruiseñor);
señala que a escribir bien se puede ir aprendiendo, aunque lo verdaderamente
difícil es tener voz propia. ¿De qué genero es este libro?, me gustó su frase,
que la pienso usar para más menesteres, “Las etiquetas sirven para ordenar en
casa las alubias y las lentejas, pero no para los libros ni las personas”.
Nos deja Eduardo con la incógnita acerca del capítulo de más éxito, incluso, deportivamente, propone Fernando hacer una porra. No es tarea fácil juzgar de arte, aunque anda estos días la capital leonesa de juicios y quinielas; está al caer la sentencia del asunto Isabel Carrasco, el diario La Nueva Crónica publica una foto en la que se ve una pizarra con una porra hecha entre la clientela de un bar, a ver cuántos años les van a caer a Triana y compañía. La crónica, la negra, se sale de las novelas.
Fernando Montes Pazos es un tipo serio; es decir, tiene
sentido del humor, de modo que sus palabras, el conjunto de frases que componen
su conversación, sus libros, son difícilmente clasificables. Me gusta leerle
porque hace referencias a la filosofía, a la historia, al cine, al inglés, a la música, a la literatura…a la vida. Estuve en la presentación anterior, “Filandón
negro”, en Gijón, el libro me duró apenas el viaje de regreso; en este caso me
sucedió algo parecido, si bien tengo un vicio que, al parecer, tenía el
cascarrabias de Schopenhauer, “Repetitio
est mater studiorum. Todo libro importante ha de leerse dos veces”, y así
me sucede, la primera para ubicarme, la segunda para saborear.
Nos dio el autor unas pinceladas de la relación con la
Muerte. Eros y Caronte, quizá mejor Eros y Thánatos, motores de la Vida. El desequilibrio
cuando la Muerte (en los países del Norte masculina) se enamora de la Doncella;
o el descontrol del mundo que señala Saramago cuando relata como la Muerte
(femenina en el Sur) se enamoró de un músico y decidió hacer “vida normal”; el
desbarajuste que se origina en un planeta en el que nadie se muere.
De postre el propio Fernando, Marcelo y Flor dieron vida
a los personajes, en una divertida lectura. Aplausos, enhorabuenas, deseos de
éxito, más firmas de libros. Y por mi parte saludar a las amistades,
particularmente a Lydia Franco, disgustada porque se ve pasado mañana en silla de ruedas, ¡una mujer tan activa!, y al Caminante, que ha tenido a bien enviarme su último borrador
para que le dé opinión. (Se fía de cualquiera, el buen amigo).
“Son
las 21’35 horas del 10 de octubre del año 2192 (GMT). Han pasado 180 días desde
que abandonamos nuestra base en Titán, último puesto fronterizo del Sistema
Solar…Como
cada noche a lo largo de los últimos seis meses, el comandante Kruger anotó
estas observaciones con una anticuada pluma estilográfica…” Página 97, Caronte.
- Las fotos que siguen han sido cedidas amablemente por Puri Sánchez, Piediciones. Gracias mil.
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