Solamente una cosa me salva la mañana, en la radio un
concierto de música barroca.
Mariano Rajoy y Brey, presidente de un gobierno
disfuncional, amenaza con un apocalipsis si no le renuevan el contrato. Al
paro debe ir; sin prestaciones, para ver si en la cola de una oficina de
empleo se entera de que hay 694.000 familias sin ningún ingreso. Cero. ¡Nada! Miseria
material y humana.
Exige que le voten, por responsabilidad. Él no votó al
candidato de la competencia hace unos meses; ni se abstuvo, -por responsabilidad-, como pide ahora tan machaconamente.
Pero es normal este cinismo. Acaba de felicitar al presidente de Colombia por
su acuerdo de paz con las FARC; el documento incluye medidas de gracia, la
reincorporación de los guerrilleros a la vida civil y garantizarles durante varios
años representación parlamentaria. (Debe subrayarse que han sido cincuenta años de guerra con centenares de miles de afectados). Sin embargo en su propio país ha montado en
cólera cuando Zapatero negoció con ETA, quiere a sus militantes en cárceles
bien alejadas de su casa y brama ante la posibilidad de que Otegui sea
candidato. Aquí, -con menos años de conflicto, bastantes menores daños, con alto el fuego unilateral-, no se pueden firmar tratados de paz.
Encima un banco me emite un cargo de 12 € “por
mantenimiento de cuenta”.
Voy a proceder a una desconexión terapéutica para no
enloquecer (más). Quiero no obstante dejaros una perla que leo en una agenda
muy divertida que estoy usando este año. (Agenda 2006. Anoche un libro me salvó
la vida. Errata naturae); cada semana me enseña un texto de alguna persona que
escribe; no llega al consejo diario del taco del
Sagradocorazóndejesúsenvosconfío, pero es muy refrescante.
El 1
de septiembre de 1762, Christophe de Beaumont, arzobispo de París, estableció
el anatema contra “Émile o la educación”, obra de Jean Jacques Rousseau,
ciudadano de Ginebra, por el cual el libro pasó
a integrar de manera inmediata los anaqueles del Index librorum prohibitorum…
Rousseau,
refugiado en Suiza tras ser declarado proscrito por el Parlamento de París, se
sentó a redactar una carta de contestación al arzobispo: “Si hay en el mundo
una historia acreditada, ésa es la de los vampiros y no la de Cristo, excelentísimo
señor arzobispo. Y lo cierto es que a esta historia no le falta de nada:
contamos con testimonios orales, certificados de personas notables, de
cirujanos, de sacerdotes, de magistrados. La evidencia jurídica es completa
como pocas. Y con todo… ¿quién cree realmente en los vampiros? ¿Seremos todos
condenados al infierno por no haber creído en ellos?”
Al día de hoy ya nadie es apresado porque su obra conste
en el Índice de libros prohibidos, pero no ha desaparecido, la santa Iglesia
católica apostólica y romana lo mantiene, “como guía moral” para lectores.
Las barbaridades que se han cometido en su nombre no
tienen número. Aquilino Moral Menéndez, trabajador en un alto horno de Duro
Felguera, sin haber pegado un solo tiro en su vida, fue a parar al penal de
Burgos después del golpe militar contra la Democracia que dieron el
Generalísimo y los suyos; dejó por escrito su experiencia. En cierta ocasión pidió a su mujer que
le hiciera llegar algo para leer; teniendo en cuenta la censura carcelaria
solicitó una obra inocua, la Geografía
Universal de Eliseo Reclús, creyendo
que no tendría nada reprobable para el franquismo. Sin embargo, el jesuita que forma parte de la Junta
disciplinaria del penal, al mirar la primera página y ver el nombre de Vicente
Blasco Ibáñez, que es el prologuista de la obra, dijo: Todavía anda éste por
aquí. Al fuego con ello. Y ardió la geografía en pira terrenal, para que
ningún alma humana cayera en el fuego eterno.
Hoy tampoco me preocuparé del debate de investidura;
viendo los noticiarios cada vez me reafirmo en mi reflexión favorita: Hay años
que vale más no levantarse de la cama.
Que tengáis buen regreso a la normalidad
laboral.
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